(GREGORIO FERNÁNDEZ, 1619)
Se tiene la certeza de que esta Imagen, obra cumbre del periodo clásico de Gregorio Fernández, perteneció a un conjunto procesional denominado del Azotamiento, tallado por el maestro imaginero lucense para la Cofradía de la Vera Cruz de Valladolid. Los personajes secundarios del conjunto –sayones y soldados- han desaparecido con el tiempo.
Este paso es el más antiguo, conservado en madera en su integridad por la decana Cofradía de la Vera Cruz, iniciándose con el cambio de materiales empleados en la realización de los pasos, de papelón a madera policromada.
Se tiene constancia gráfica de que en 1926 este paso estuvo formado por otras cinco figuras, además de la de Cristo. Un sayón tirando de la cuerda, que hoy desfila en el paso Camino del Calvario, otro sayón azotando, que también pertenece en la actualidad a ese conjunto y otro sayón más que hoy pertenece al paso “El Azotamiento del Señor”, un cuarto sayón y la quinta figura se trataría de un anciano con turbante.
En el compromiso firmado en el año 1623 por Fernández con la cofradía de la Vera Cruz, se advierte que el autor talló siete figuras para este paso.
En la actualidad el paso está compuesto sólo por la Imagen central. Jesús se encuentra desnudo, con un paño de pureza en el lado derecho de la cintura, con amplio pliegue al vuelo. Sus manos atadas se posan sobre una semicolumna dórica de mármol negro, sustituyendo el modelo utilizado hasta entonces de gran altura. Se basa en el modelo de la que se encuentra como reliquia en la Basílica de Santa Práxedes en Roma, lo que dota a la escena de un realismo y patetismo mayor que el anterior modelo de columna utilizado hasta el siglo XVI, facilitando esta altura del “suplicio” una posición aun más dramática de Cristo.
Excelente rostro: pelo largo con raya al medio, ojos de cristal de gran realismo y bigote y barba partida, boca entreabierta.
Las huellas de los flagelos en la espalda del Cristo ofrecen un gran realismo, con una llaga posiblemente inspirada en las meditaciones de Fray Luis de Granada. Realizados para un mayor realismo según palabras del maestro, en un escrito, de la siguiente manera, “van de corcho y sangre cuajada”.
Los hilos de sangre que se deslizan por la espalda de Jesús son realmente impresionantes: los desollones, las moraduras, el dolor vivo de la carne abierta hacen de esa espalda portentosa una llaga enorme a la compasión.
Los cofrades de la Vera Cruz solicitaron a Roma indulgencias y jubileo en 1619, por las llagas de la espalda de Cristo Flagelado, beneficios espirituales que debían asociar a esta Imagen tallada por el gran maestro gallego.
Hasta tal punto caló la expresión doliente de Jesús. Es tan real y bella su mirada que, de boca en boca, año tras año, y ya han pasado varios siglos, se repite la leyenda de que habiendo acabado el maestro ya la Imagen, Jesús hablo al artista y le dijo: “¿Dónde me miraste que tan bien me retrataste?”, Fernández, autor de este prodigio artístico le contestó, “Señor, en mi corazón”.
Esta leyenda fue recogida por Juan Agapito y Revilla en su libro “Tradiciones de Valladolid. Una estatua que habla” (1914).
Profundizando aún más en el interés de la obra, no es arriesgado decir que este desnudo de Cristo es un perfecto estudio anatómico, interpretado de forma magistral por el gran imaginero Gregorio Fernández. Destaca su equilibrio, realismo y dramatismo citado en las heridas, culminando en la llaga de la espalda o en la mirada de humildad que brota de sus ojos de cristal. Así detrás de cada poro de la madera castellana cincelada por Fernández, hallamos el sustrato espiritual de un siglo de letras y meditaciones, asumidas perfectamente por el imaginero.
Pieza clave en la iconografía de la flagelación. Se opina que esta obra se convirtió en modelo que se utilizó para posteriores tallas que representan la misma escena de la Pasión de Nuestro Señor. Se cree que la distribución de las figuras del paso del “Azotamiento del Señor” de la Pasión fue copiada, al menos en parte, de la de este paso. Así mismo se cree que esta Imagen fue “copiada” al realizar la existente en el Convento de las Carmelitas Descalzas de Ávila.
El incendio ocurrido en la Iglesia Penitencial de la Vera Cruz en 1806, provocó un oscurecimiento en la policromía de esta bellísima talla, una reciente limpieza ha hecho que podamos contemplar de nuevo la Imagen con su policromía original.
La sociedad sacralizada también hacía cotidianos los gestos de convivencia entre Dios y los hombres. Juan Agapito Revilla recogía una tradición, que según él era “vulgar”, es decir reconocida y muy citada entre los vallisoletanos del siglo XVII.
¿DÓNDE ME MIRASTE?
Había concluido Gregorio Fernández de trabajar en el “Cristo Atado a la Columna”, figura central del paso de la Flagelación que le había encargado la cofradía de la Vera Cruz de Valladolid en 1619: “horas y horas enteras pasa en idéntica postura ante su obra, sin mover para nada el cuerpo; se duda en contestar si Fernández ó el Cristo es la estatua […] una voz dulce se oye en el recinto y pregunta a Fernández: “¿dónde me miraste que tan bien me retrataste?” El escultor, con espontaneidad, sin impresionarse por tamaño prodigio, consultando su fe y su conciencia le contestó con humidad: “Señor, en mi corazón”.
A pesar de las muchas vidas que tenía que haber vivido el maestro gallego para haber tallado cada poro de madera que se atribuye a su intervención directa –ignorando cómo funcionaba un taller de un escultor tan reputado-, este “Cristo Atado a la Columna” es de esas tallas que pueden ser atribuidas en su integridad a Gregorio Fernández. Ya sus discípulos se disponían a realizar los sayones y soldados que iban a azotarle en este paso de la Flagelación. Sin embargo, tan magnífica obra de arte, tan destacado recurso de devoción, torrente tan magnífico de espiritualidad, todavía no es suficientemente aprovechado, abarcado por los vallisoletanos, no solo para los días de Semana Santa, sino durante todo el año. Si contase con su propio templo dedicado a su devoción habría de ser muy visitado de forma continuada, sin duda que las devociones están sometidas a las tradiciones, a las modas y la efectividad de su prestigio. No obstante se podría decir parafraseando a Zaqueo, aquel que subió al árbol para contemplar a Jesús que-“Una mirada tuya me bastará para sanarme”.
Por eso en la procesión del Martes Santo, en la noche, es necesario sentirse muy cerca de su espalda, no solamente padecer con Él -en el sentido antiguo y barroco de la Pasión- sino mas bien de buscar en lo profundo de nuestra alma. Palabras pocas, silencios muchos, miradas en abundancia, goze estético y contemplación, que siempre esta ha sido una forma inteligente de encontrarse con Dios. La Semana Santa de Valladolid ya valdría la pena si solamente contase con la Imagen de Nuestro Padre Jesús Atado a la Columna. Gregorio Fernández sería digno de atención si únicamente hubiese tallado esta obra. El maestro estuvo allí, y se olvidó dentro de la talla de su alma. Él no le dio un martillazo y le increpó de forma tajante “Habla”. La tradición nos dice que sintió un dialogo con Dios, con el Dios para el cual Gregorio Fernández trabajaba.
Javier Burrieza Sanchéz
Doctor en Historia por la Universidad de Valladolid.
La imagen desfila en las Procesiones del Rosario del Dolor, la Peregrinación de la Promesa, y General de la Pasión del Redentor con nuestra Hermandad. Y el Jueves Santo en la Procesión de Regla, con la Cofradía de la Vera Cruz, propietaria de la Imagen. En cuyo templo se venera durante todo el año.
En el mes de Marzo nuestra Hermandad realiza un solemne triduo a la Imagen.